sábado, 3 de abril de 2010

SIETE DÍAS Y SIETE NOCHES


No me gustan los días:

Lunes, porque todos están apurados por salir de la casa, como si hubiera alerta de terremoto.
Martes, porque tengo dibujo con la señorita Carlota: a esa vieja gritona nunca le gustan mis dibujos. ¿Esperará que pinte como Picasso, el de los cuadros que vi en la tele? (me pregunto).
Miércoles, porque cuando hacemos gimnasia, mis compañeros me cargan porque me agito. ¿Y qué, si soy gordo? (me digo con rabia).
Jueves, porque mamá va a la sicóloga y, cuando vuelve, se va a dormir sin cocinar ni unas salchichas. Tampoco llama al delivery, como hace casi siempre. ¿Será que la sicóloga le cuenta historias tristes? (me pregunto).
Viernes, porque papá viene muy tarde y oigo a mamá gritarle: ¡sos un hijo de puta, y la mina con la que salís una perra! No la entiendo. A mí me prohibe decir palabrotas.
Sábados, porque mi amiga María se va a la quinta con sus padres y no tengo con quién jugar.
Domingos porque vienen los amigos de mis papás a comer asado. Las mujeres me besuquean, los hombres me palmean; después todos me ignoran. Es el día que más extraño a María.


Me gustan las noches:

De los lunes, porque nos vamos a acostar temprano, y tengo más tiempo para soñar despierto.
De los martes, porque sueño que al día siguiente tendré a la seño Silvia en la clase de dibujo: pintaré su retrato y me sonreirá con su boca y con sus ojos.
De los miércoles, porque sueño que mamá dejará de pedir comida al delivery, adelgazaré y seré el goleador en el partido de la clase de gimnasia.
De los jueves, porque sueño que a mamá la sicóloga le dará el alta y con la plata que le pagaba a ella se irá a la peluquería y papá llegará del trabajo y le dirá que está hecha una diosa.
De los viernes, porque sueño que papá y mamá vendrán temprano del trabajo y luego iremos a la pizzería de la esquina. Me dejarán comer “el permitido de la semana”, y hasta nos sacaremos una foto los tres, abrazados.
De los sábados, porque sueño que los papás de María se aburrirán de la quinta, la venderán y tendremos todo el día para jugar.
De los domingos, porque me acuerdo del sueño del sábado y vuelvo a soñar con María. Pero el sueño es distinto: no jugaremos, porque seremos grandes (aunque los grandes también juegan a las escondidas). Seremos novios y nos casaremos (si ella me promete que nunca tendremos hijos).

4 comentarios:

  1. Si pudiéramos leer la mente de los niños (¿o si se puede y no nos atrevemos?) supongo que cambiaríamos muchas cosas.
    Precioso texto.
    Besos.

    ResponderEliminar
  2. Si no regamos la planta, nunca obtendremos una flor.
    Cariños.

    ResponderEliminar
  3. Bello escrito, creo que todos tenemos un poco de esa historia en nuestras historias. Tu mérito es haberla escrito bastante bien y que nos pueda conmover a aquellos que no la hemos escrito pero la sentimos.
    Un abrazo
    Felipe

    ResponderEliminar
  4. Felipe:
    Nuestro mundo se deshace.La esperanza está en los niños (no son ni ciegos, ni mudos, ni sordos y menos tontos; cuidémoslos.
    Gracias por pasar.
    cariños

    ResponderEliminar