sábado, 27 de junio de 2009


LA BUSQUEDA


Salió a la calle. Con paso firme, caminó por Corrientes. Entró a una librería cualquiera. La recorrió. Vio al fondo una salita de lectura donde se podía tomar un café. Sonrió. Recorrió las mesas de los libros en oferta. Se detuvo en la que el cartel indicaba: sexo. Había alguien leyendo un libro de tapas rojas. Tomó el libro que estaba debajo de una pila. La pila se desmoronó y cayó al piso. La persona que estaba leyendo se sobresaltó. Entre los dos recogieron los libros.
Le propuso tomar un café. Fueron hacia el fondo. Se sentaron. Se encontraron sus miradas, sus manos, sus piernas…Pidieron dos cafés. Se dirigieron al baño. Se encontraron sus miradas que expresaban deseo voluptuoso, sus manos recorriendo ávidamente el cuerpo del otro y sus piernas abiertas sin censura. Rápido llegaron las contracciones rítmicas de sus músculos genitales, el delirio y el éxtasis. Volvieron, plácidos, a la salita. Los cafés ya estaban fríos. Pagaron y se separaron.
Llegó a su casa. Su pareja preguntó -¿Dónde fuiste? - A comprar un libro,-respondió.

DESGARRO


No se los pedí a ninguno de los tres. Sé que lo hizo ELLA; no con cual de los otros dos. Aquí estoy. Ahora ELLA ya no está conmigo. Ni el inocente ni el cómplice lo estuvieron nunca.

viernes, 19 de junio de 2009

un HOMBRE como tantos...


Un hombre está sentado, con un diario en sus manos, en una sala de espera; desde temprano, cuando abrieron el gran portal del edificio. Refriega sus ojos para limpiarse lagañas. Acomoda las solapas de lo que lleva como abrigo. Alisa las arrugas múltiples de su pantalón. Botamangas ocultan su calzado. Es invierno. No tiene frío: transpira. Busca en sus bolsillos, amplios, un pañuelo de papel para secarse. Solo encuentra uno de tela. Siente su boca reseca. Busca, las pastillas para fumadores, que siempre lleva consigo y que le mejoran el aliento. No las encuentra. Pasa su lengua por dientes y labios. Hay un expendedor de bebidas, pero toma agua del bebedero. Han pasado tres horas. Le duelen los pies hinchados. Se levanta y comienza a caminar en círculo por la sala.
Entra una joven, lo observa con curiosidad y se sienta lejos. Él, la mira desafiante, dobla el diario y lo guarda en un bolsillo. Se vuelve a sentar. Se cruza de brazos. Por un instante, solo por un instante, lo vence el sueño y su cabeza cae sobre su pecho. Despierta estremecido y acomoda su cuerpo correctamente. Estira sus manos hacia la mesita de las revistas, toma una y la abre. Sus ojos se cierran y cae hacia delante.
La joven se sobresalta. Golpea la puerta que da a una oficina en busca de ayuda. Sale una secretaria. La joven le señala al hombre caído. La empleada llama al 911 y minutos después, entran un policía y un paramédico. Los dos preguntan, al unísono, qué hace un hombre en piyama allí. Las dos mujeres se miran desconcertadas. El policía, desconfiando, les toma los datos a las dos. Los hombres levantan al caído, lo ponen en una camilla y se lo llevan.
La secretaria pregunta a la joven a qué vino. – Por esto- contesta la joven, mostrándole un recorte de diario del rubro empleos.

sábado, 6 de junio de 2009

ANECDOTARIO
Mi viejo (80 años), sale todos los días a tratar de superar su propio record. Se anota un punto cada vez que logra que aflore una sonrisa en el OTRO. ¡Es un capo!


jueves, 4 de junio de 2009

el, yo, EL o ELLA...



Ella entra decidida al bar. La mañana despierta pero no es el olor a café recién molido el que la atrae, por que las náuseas no la han dejado dormir. Está tan ansiosa que necesita hablar con alguien; con cualquiera.
Tiene que esperar a la tarde para darle la noticia a su marido. Ella ya la intuía; él no. ¿Qué cara pondrá cuando se entere?
Elige una mesa no individual, en el centro del local. Acude al mozo y le pide un té. Cambia de parecer, porque pueden más sus ganas de festejar, y le pide un gin tonic. Mientras le sirve el mozo, al que parece que los bigotes le impiden abrir la boca, no deja de observar a otro cliente: está solo. Tiene su mirada clavada en el diario. Mueve su silla para llamarle la atención. El, ni se inmuta. Saca el último cigarrillo que le queda del atado y lo enciende haciéndose trampas a sí misma, porque se ha prometido dejar de fumar. Abolla el paquete con nostalgia. Mira a otra clienta que entra.- ¡Bingo!, está sola- piensa. El local ya está lleno de gente y tiene la ilusión de que le pedirá compartir la mesa. Pero no, está acompañada por un celular que no deja de darle lata. Oye un tango, que viene de una radio de la cocina: “cuando estés en la vía, sin rumbo y desesperao…”. Hace una mueca de disgusto. Le fastidia no encontrar con quién hablar. Paga la consumición y le da al mozo una buena propina. Espera que, incentivado, le comente por lo menos como está el día; pero no.
Se dirige a la salida. Empuja lentamente la puerta vaivén. La luz del sol ha bajado lentamente desde las terrazas hasta las veredas. Se acaricia el vientre y con voz suave pregunta -¿conversamos?